DE ALGUNA MANERA HAY QUE ALINEARSE Y ENCONTRAR EL EJE

DE ALGUNA MANERA HAY QUE ALINEARSE Y ENCONTRAR EL EJE

10/10/2016 Desactivado Por Juan Jose De Focatiis

Vos no te preocupes si te equivocás o no podés seguir, yo me voy a acomodar a vos. Tengo que lograr que puedas hacer el cruce. El pivot está bien, pero tengo que hacer que cruces. Ya lo voy a lograr. Te voy ayudar para que puedas hacerlo”. Esto me dijo mi compañero de milonga. “Vos me seguís”. Le respondí sonriendo pícara. “Y sí lo que hacemos siempre los hombres!”, agregó, y nos reímos juntos. Si bien la música siguió sonando, me quedó dando vueltas. El tango, apilado, como lo bailan mis amigos Ernesto y Claudia, o abierto, o electrónico, o con firuletes, siempre está signado por esto de “la mujer tiene que soltarse, y dejarse guiar, dejarse llevar”. Si bien tildan a este baile de ser una danza machista, o masculina, y bien vale bucear en los orígenes del baile permitido y por quiénes, creo que es según el cristal con el que lo miremos. Si escucho a mi compañero de milonga que me dijo lo que dijo, puedo leerlo como una actitud de generosidad, y de colaboración. Otros podrán decir que lo que quiere es mandar y obligarme. ¿Cómo interpretamos las interacciones humanas? ¿Cómo nos vemos a nosotros mismos en esa interacción? ¿Y cómo, desde lo femenino o masculino, en el cuerpo que nos haya tocado? Porque indefectiblemente en cada uno de nosotros conviven ambas miradas, la femenina y la masculina. Tanto las damas como los varones pueden asumir en el tango ambos roles. Se me ha enseñado a bailar desde el rol masculino, o el que lleva, o conduce, es bárbaro. Por un lado esto de soltarse, dejarse conducir, y por otro lado guiar, llevar, orientar.

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También a los varones se les enseña a bailar desde el rol femenino. ¡Hay que estar en los zapatos del otro, no siempre es sencillo! Los nuestros, que son conocidos, ya nos cuesta portarlos, ¿o no? Aunque desde nuestros zapatos, y con el dedo índice en alto, puede ser fácil decir tal, cual o cómo hay que hacer las cosas. En esto de los patrones, y que no son “matrones” diría mi amiga Giovana, lo masculino y femenino, el soltarse y llevar. Lo lingüístico es fuerte sí, porque tiene una carga construida desde lo sociológico y antropológico. Tiene una connotación negativa o positiva, según la percepción, construida también, y la de cada individuo. Hay una corriente de tango que se llama “Tango queer”, una nueva forma de bailar el tango. En esta manera de bailar el tango se puede experimentar el intercambio de roles de género, con parejas de baile del mismo sexo.

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La palabra “queer” en inglés define el adjetivo como “extraño” o “poco usual”, y es un término global, para quienes no son heterosexuales. No solo designa a la comunidad de lesbianas, gays y transexuales, sino también a todos aquellos que danzan y siendo heterosexuales, se proponen bailar el tango sin que los roles estén fijos al sexo de quienes lo danzan. El término en sí mismo genera algunas críticas desde algunos sectores, que no lo aceptarían y no coincidirían en cuanto a si incluye o excluye. En el tango en particular buscan de esta manera desenvolver una comunicación más abierta entren danzarines. Aquí está uno de los temas, la comunicación. Como encuentro. Como interacción. Como feedback. Como un encuentro saludable, placentero, disfrutable entre seres humanos, dispuestos a ello. Un profe me explicaba que en el tango uno se desliza. Siente el suelo bajo los pies, conectándose a la tierra, y el cuerpo se estira para prolongarse hacia arriba, al universo. Se desliza, apoyándose como un felino, primero tantea suavemente, cuando sabe que puede apoyar, avanza con la planta y luego con el resto del cuerpo. Que se baila de corazón a corazón, y sí, es así. Ni hablar si se baila sintiendo la espalda y el pecho del compañero con ambas manos.

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El tango puede ser un camino de búsquedas de alternativas para estar mejor con uno mismo. Para encontrar hay que explorar, transitar la incertidumbre que nos resulta terrible a las personas, y luego… avanzar con el resto del cuerpo. Dejarse llevar, en la incertidumbre para encontrar algo nuevo y confiar, o asumir el rol de ayudar a trasladarse a otro, y a la vez hacerlo juntos. Bailar un tango puede ser hacer el amor en tres minutos, estar ahí y ahora en ese lugar, en ese momento, y prepararse para el siguiente. Como en la vida, ni más ni menos.

“Uno busca lleno de esperanza el camino que los sueños animaron a sus ansias” Mores y Discépolo.

Tango UNO

Conduciendo a Miss Daisy Jessica Tandy y Morgan Freeman

Daniela Patricia Almirón es abogada-mediadora

@almirond